El gas natural no sólo sirve de combustible: también se puede utilizar como materia prima para producir compuestos químicos de mayor valor añadido y más fáciles de transportar. Algunas empresas petroquímicas como Shell ya han puesto en marcha el proceso que lo hace posible, pero tiene tantas etapas que resulta poco eficiente. La situación podría dar un giro gracias al reactor catalítico desarrollado por el Instituto de Tecnología Química -centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universitat Politècnica de València- en colaboración con científicos de la Universidad de Oslo y la multinacional CoorsTek. Un trabajo que juega con los límites de la química y que acaba de publicar la revista Science.

Este nuevo dispositivo 'abre la puerta al uso más generalizado del gas natural, no sólo como un mero combustible de calefacción, sino como fuente de productos químicos y nuevos combustibles de automoción', explica José Manuel Serra, profesor de investigación del CSIC y director del estudio. Hasta ahora, el problema es que la explotación del gas natural -la fuente de hidrocarburos más abundante y el combustible fósil con menor impacto medioambiental- no es viable desde el punto de vista económico en todos los casos.

La idea es convertir el componente mayoritario del gas natural, el metano, en hidrocarburos líquidos como el benceno. Este compuesto interviene en la fabricación de infinidad de productos cotidianos como plásticos, tejidos, adhesivos, pinturas, jabones o combustible de aviación. El benceno se obtiene actualmente del petróleo, pero eso podría cambiar: 'Salvo el procedente de las plantas, el resto del carbono procede del petróleo, pero el gas natural es más abundante', concluye Serra, que ve en este nuevo sistema una oportunidad de dar la vuelta a la situación del sector. Además, en el proceso se libera hidrógeno de gran pureza, un combustible líquido que podría utilizarse en automoción por su elevado poder energético.

Más eficiente, rentable y limpio

Los reactores actuales no resultan rentables a escala industrial porque la reacción en cadena que convierte el metano en benceno e hidrógeno era difícil de detener; en su lugar, continuaba y acaba por producir una acumulación de carbón que terminaba por inutilizar el dispositivo. 'La clave de nuestro reactor es el uso de una membrana que, mediante la aplicación de corriente eléctrica, separa selectivamente hidrógeno durante la reacción de transformación del metano', explica Serra.

No es la única ventaja: al retirar el hidrógeno producido, el proceso aumenta el rendimiento hacia la producción de benceno, en un intento de recuperar el equilibrio químico que marcan las leyes de la termodinámica. Además, 'nuestro proceso ofrece una transformación más limpia, ya que al ser un proceso directo y con alto rendimiento las emisiones de dióxido de carbono son mínimas', añade este investigador.

El pequeño tamaño y modularidad del reactor permite adaptar el tamaño de la planta al del yacimiento o pozo de gas natural, asegura Serra: 'Desde una miniplanta que se encargue de fabricar otros compuestos a partir del suministro canalizado de gas natural hasta el aprovechamiento del metano que se desecha en los puntos de extracción de materias fósiles porque no resulta rentable licuarlo para poderlo transportar'. Este investigador aventura que en las próximas dos décadas será posible utilizar los excedentes de electricidad -por ejemplo, los generados por molinos de viento o placas de sol particulares- para generar productos químicos. Nuestro hogar se vería convertido en una pequeña fábrica.