Un informe del Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos
Laborales determina «deficiencias en materia de seguridad y salud
laboral» en Asturiana de Zinc (AZSA), que supuso la intoxicación por
mercurio de los trabajadores de Ingeniería de Montajes Norte (IMSA)
durante los meses de noviembre y diciembre cuando desempeñaban su labor
en la planta de tostación en la que se detectó el accidente.
El informe evalúa la seguridad en el trabajo, la higiene
industrial y la normativa y también la medicina laboral, además de otros
informes, como la información básica de obra (IBO) para las labores de
calderería y soldadura que debían realizarse en la parada general de
tostación. Los técnicos que firman el informe son Esther López (técnica
de prevención), Javier Rodríguez Suárez (jefe del área de seguridad en
el trabajo), José María Santurio Díaz (técnico de prevención), Ofelia
García Hevia (jefa del área de higiene industrial) y Eduardo García
Morilla (jefe del servicio de riesgos laborales).
El documento indica que la causa básica de la intoxicación
con mercurio se debe a «no haber previsto la elevada cantidad del metal
presente en los intercambiadores», algo que pudo condicionar
«negativamente la valoración adecuada del riesgo». Es por eso que, a
juicio de los responsables del informe, «se pudo deducir la insuficiente
información transmitida a la contrata sobre el mismo y a los propios
trabajadores intervinientes». En todo caso, hubiera sido «más difícil»
que se produjeran las carencias en el método de trabajo diseñado y
aprobado, y, en general, el conjunto de lagunas o deficiencias
detectadas en materias de seguridad y salud laboral en caso de haberse
evaluado correctamente el problema», y recalcan que las carencias
preventivas «no son disculpables en ningún caso».
En todo momento se bajara la hipótesis de una avería, un
accidente industrial, una operación errónea o un problema de la puesta a
punto de alguno de los equipos de depuración, y se cree que el problema
pudo darse en las torres de mercurio situadas inmediatamente antes de
los intercambiadores, cuya finalidad es, precisamente, la eliminación
del mercurio de los gases provenientes de la tostación.
Causas del accidente
El documento explica que una de las causas del accidente
fue la «elevada concrentración de mercurio en la zona de trabajo, no
prevista y no evaluada». Se argumenta que «existían concentraciones
notablemente altas de mercurio, habida cuenta la entidad de los valores
biológicos de dicho metal encontrados en los trabajadores accidentados».
Existe, según el informe, una prueba objetiva que demuestra la
presencia de mercurio en los intercambiadores, como es el análisis de
los tubos sustituidos y los resultados obtenidos por el Centro Nacional
de Investigaciones Metalúrgicas (CENIM), efectuados a instancias de
AZSA, y los que se obtuvieron a raíz del análisis del Instituto de
Geología Aplicada de la Universidad de Castilla la Mancha.
La conclusión del informe del CENIM es que «la mayor parte
del mercurio encontrado en los tubos sustituidos está en forma de
mercurio elemental, aunque también se podrían encontrar otros compuestos
inorgánicos de mercurio». El informe de la Universidad de Castilla la
Mancha, realizado con un mes de diferencia, establece que «el mercurio
está presente en todas las muestras analizadas». Sin embargo, el
documento de Prevención de Riesgos Laborales tiene en cuenta «la
descuidada manipulación de los tubos, que fueron tratados como chatarra y
no conservados como muestras para laboratorio», lo que hace suponer que
la concentración total fuese mayor «en el momento de retirarse los
intercambiadores que lo que pudiera deducirse de los resultados» de los
análisis.
Según los técnicos, «las características de los trabajos de
reentubado que se efectuaron en los intercambiadores y las condiciones
en las que se realizaron pudieron favorecer una mayor exposición y
contaminación de los trabajadores, pero no justifican en modo alguno,
por sí solas, los elevados valores biológicos de mercurio detectado en
los accidentados». Se refieren al hecho de tener que sustituir casi
4.000 tubos, las jornadas de trabajo de 12 horas y el método de trabajo
con «aerosoles y vapores de mercurio, radiales y otras herramientas de
desbaste, oxicorte y soldadura». Todas, similares a las que se habían
empleado en otras paradas anteriores.
Cuando se refiere a las condiciones de trabajo se recalcan
las atmosféricas, por la época del año en la que se realizó la parada.
Al respecto, el informe establece que «se colocaron toldos sobre el
intercambiador, pero el goteo de agua provocó arrastres de depósitos con
contenido en mercurio desde cotas altas, ensuciando la ropa y resto de
equipamiento, y también la elevada humedad relativa en el interior de
los intercambiadores».
El análisis del Instituto de Prevención de Riesgos
Laborales sostiene que resulta «evidente» que la elevada cantidad de
contaminante existía «de forma indubitada», aunque el informe básico de
obra que facilita AZSA a la empresa en el momento de realizar la parada
sólo refleja «de forma somera la posible presencia de metales pesados,
sin más especificación, y en el procedimiento de trabajo elaborado por
IMSA y aprobado por AZSA no se establece la necesidad de efectuar
mediciones ni de emplear protecciones respiratorias frente al mercurio
más que durante las operaciones 'en caliente' (corte con radial,
oxicorte y 'botado' de tubos)», lo que a juicio de los responsables del
informe es una «muestra de la escasa importancia que se le dio a la
presencia de mercurio u otros metales pesados». Una de las causas pudo
ser el hecho de que en operaciones similares no se hubiesen producido
problemas similares, «lo que pudo hacer poco previsible la importante
presencia de mercurio», aunque «los hechos demuestran el error que,
desde un punto de vista de la seguridad y la salud en el trabajo, supuso
la imprevisión expuesta que llevó a no estimar correctamente la
potencialidad del riesgo y, consecuentemente, a que no se tomasen las
medidas congruentes con su importancia».
En otro punto del informe se explica que el hecho de que
los intercambiadores, espacios confinados por los que han pasado gases
tóxicos, hubiesen permanecido «cerrados durante once años» y se obrasen
modificaciones en ellos debería de haber sido motivo suficiente para
«haber tomado más precauciones para cerciorarse de la inexistencia de
atmósferas peligrosas en el interior de los equipos».
Otra de las causas del accidente es, según el informe, la
protección individual insuficiente, puesto que «no se prescribió el uso
del buzo desechable, y la ropa de trabajo, sucia y contaminada,
«acompañó a los trabajadores mientras la tuvieron puesta, trasladando la
contaminación a otras zonas no expuestas inicialmente y pudiendo
afectar a otras personas sin riesgo de exposición». La última de las
causas se refiere a las «deficientes condiciones de limpieza y hábitos
higiénicos incorrectos». El informe establece que «las condiciones
atmosféricas presentes durante los trabajos favorecieron la suciedad de
la ropa y el hecho de que la ropa no fuese sustituida o desechada tras
las operaciones se muestran como un factor negativo desde un punto de
vista preventivo».
Las condiciones de los vestuarios también influyeron, y
entre otras cosas se detallan «bajo nivel de limpieza, mezcla de ropa de
trabajo y calle, depósito de botas sucias, secado de ropa contaminada
en el mismo local» y otras cuestiones como «comer sin cambiarse de ropa,
fumar con las manos sucias, las máquinas expendedoras de comida y
bebida en las zonas contaminadas», como causas que pudieron contribuir a
aumentar los niveles de intoxicación.